Las lenguas minoritarias en la Unión Europea son un elemento cultural que los ciudadanos de los países que cuentan con usuarios de alguna de estas lenguas consideran un factor positivo, en cuanto enriquece el tejido social y potencia la actividad cultural y artística. Las administraciones públicas han implantado políticas de protección y recuperación, medidas que abarcan su enseñanza, presencia en medios de comunicación, actividades culturales y organismos en la Administración que atienden a los ciudadanos que opten por utilizar estas lenguas. Se trata de crear sinergias comunitarias, a la vez que se evita la desaparición definitiva de una lengua y todo ello sin grandes costes económicos.
España es la excepción, las lenguas minoritarias son instrumentalizadas para crear proyectos independistas y totalitarios. Alguien podrá pensar que Bélgica está en una situación similar, no, ese país no existe, es una entelequia, el resultado de la lengua como elemento desintegrador de una sociedad. Únicamente la canonjía de las sedes comunitarias evita la separación de Flandes y Valonia.
En nuestro país, enarbolando los derechos territoriales de una gama de lenguas, toda una serie de variopintos partidos, asociaciones y entidades generosamente financiadas han creado múltiples plataformas con el objetivo de disgregar España, Estado, según cuentan, imperialista y genocida con las lenguas e identidades nacionales. Para recobrar la libertad como pueblo y vivir en la lengua territorial desplazada y sustituida por el castellano sólo cabe la independencia.
Y en eso están, con la tolerancia y a veces colaboración mal disimulada del PP y PSOE.
Es imprescindible que la sociedad española sea consciente de esta realidad y si no responde adecuadamente, la consecuencia será la balcanización y la miseria económica de una comunidad que se vanagloriaba del pacifismo y del estado de bienestar.